Desde el hotel, déjese seducir por el ambiente bohemio y acogedor del barrio de Batignolles.
A pocos pasos, descubra un París más íntimo: mercado cubierto, callejuelas empedradas, galerías de arte, librerías antiguas y animadas terrazas donde se mezclan residentes y viajeros.
Pasee por los senderos de la plaza Square des Batignolles, dé un paseo por la calle Rue des Dames o acérquese al barrio de Les Épinettes para disfrutar de su energía creativa.
Entre autenticidad, dulzura y arte de vivir parisino, cada paseo se convierte en una invitación al descubrimiento.
En las tranquilas calles de Batignolles, los aromas del pan recién horneado y los pasteles dorados se mezclan con el aire de la mañana.
Allí se puede saborear un crujiente croissant, sucumbir a la dulzura de un éclair o un flan aún tibio.
Cada escaparate cuenta una historia de delicias, cada dirección se convierte en una parada imprescindible para los amantes de los dulces parisinos.
Al doblar las esquinas, los escaparates se llenan de aromas de mantequilla y azúcar caliente. Nos detenemos ante ellos como si entrásemos en un recuerdo: éclairs, magdalenas, delicados profiteroles… Cada pastel es una promesa de dulzura. Son lugares a los que volvemos fielmente, como a una cita con el corazón.
Los fines de semana, el barrio de Batignolles adquiere un aire de pueblo. Las terrazas se llenan de risas, aromas de café y deliciosos perfumes. Se saborea un zumo de naranja natural, huevos escalfados, un brioche dorado… mientras la luz atraviesa las cristaleras. Aquí, el brunch es una celebración del momento presente: un dulce paréntesis entre la elegancia y la cordialidad.
Entre las animadas callejuelas de Batignolles, Italia se invita a la mesa. El aroma de la albahaca, la pasta fresca y el aceite de oliva perfuma el aire, prometiendo un viaje gastronómico sin salir de París. Compartimos una cremosa burrata, una pizza dorada o una copa de chianti en torno a una animada conversación. Aquí, cada mesa cuenta la dolce vita a la parisina: sencilla, generosa y llena de sol.
En Batignolles, la gastronomía francesa se degusta con elegancia y sencillez. Bistros de barrio, restaurantes modernos o brasseries con el encanto de antaño: cada local celebra el sabor auténtico. Se saborea un tartar bien condimentado, un confit de pato fundente, una copa de vino tinto compartida en un ambiente acogedor. Aquí, la cocina cuenta la historia de París, auténtica, acogedora y deliciosamente refinada.
París, capital de la gastronomía, celebra aquí el sabor en toda su majestuosidad. A pocos pasos del hotel, chefs inspirados reinventan la tradición, realzan los sabores y componen cuadros comestibles. Cada plato se convierte en un encuentro, cada comida en un viaje. La alta cocina como un poema.
En el barrio de Batignolles, cada calle cuenta una historia. Paseamos entre fachadas coloridas, galerías discretas y tranquilas plazas donde el tiempo parece haberse detenido. Nos detenemos para admirar el escaparate de una tienda de antigüedades, escuchar a un músico callejero o disfrutar de la luz dorada de una tarde de verano. Aquí, pasear es un arte de vivir: París se descubre a paso lento, al ritmo del corazón y de las estaciones.
En los alrededores de Batignolles, ir de compras se convierte en un paseo parisino. Entre diseñadores independientes, elegantes tiendas de segunda mano y boutiques vintage, se pueden descubrir piezas únicas, objetos singulares e inspiración en cada esquina. Aquí, la moda se expresa con naturalidad: una mezcla de estilo, elegancia y libertad, fiel al espíritu del barrio.
En los alrededores de Batignolles, el arte se cuela en cada calle, cada fachada, cada taller. Entre galerías de arte contemporáneo, pequeños teatros de barrio y museos emblemáticos a pocos pasos, la cultura se vive al ritmo de las emociones. Aquí se descubre la belleza sencilla y sincera de París: un diálogo entre historia y creación, entre inspiración y asombro.